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Querida María




Querida María…recoge tu cabello,
cúbrelo con el sombrero de paja.

Lleva los brazos cruzados,
para disimular la firmeza de tus senos que se retuercen
entre las vendas donde los adormeces.

Enmudece tus labios, ciérralos,
calla tus sudorosos dientes,
apaga tu risa, encadena la sensualidad de tu lengua.
malgasta y esfuerza tu voz,
para que olvide la agudez con que nació.

Decolora tu piel,
carboniza su suavidad.
rasguña las paredes de ladrillos,
deja que sangren tus dedos, que sean lánguidos como los de tu abuelo.

Permite que crezcan tus cejas,
que se hagan una sola,
de manera que escondan la gracia de tus ojos y la mentira tras ellos.

Oculta a tu hijo bajo tus axilas,
sella sus labios, para que pierda el llanto entre la multitud de la plaza.
convence sus oídos, que no trague lo que dicen de su madre.

María…orina de pie, así no sentirán la fertilidad en ti,
ni la riqueza en medio de tus piernas.

Anula tu nombre y todo lo que tenías con él.
olvida a María…
reviste tu huella, abrígala en la suela de tu bota.

Borra el pasado, el martes, el cielo, el vestido azul,
las guerras de almas perdidas en avionetas que sobrevolaban tu atractiva espalda.

Tolera la poesía, que ahora es de otro….
el trago que bebes frente a sus amigos…
la mueca…casi sonrisa, para agradar,
la detestable tierra que labras sin sentido,
el cielo ausente,
el grito silencioso de la lluvia, sus gotas ásperas
como la lengua de la vaca en el granero,
que da leche sabor a sal y crueldad.

Recuerda, María, cada noche, antes de dormir,
arrullar la callosidad de tus manos,
los poros marchitos,
las venas quebradizas,
la sangre espesa,
el ser que yace en tu cama, en tu almohada…

Acuérdate, de tomar su mano,
de arropar sus miembros helados,
de orar por su mirada perdida bajo sus parpados quemados,
por recuerdos de mañanas sin sol.

Recoge su cabello olvidado en las sabanas,
la escama en la cabecera remuerde su conciencia,
victima del tiempo y de la acostumbrada posición en aquel lecho,
boca arriba…
en el rincón…
junto a la pared que abofetea el calor del horno para el pan de ajo agrio
que comes al desayuno en la mesa de luna,
en la mesa de días especiales…

Basta María, no llores,
deja de gemir junto al lavabo,
aun te escucho…

Ellos, te podrían escuchar, mi querida María…